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El Tanatólogo mira a los ojos

Updated: Jul 17, 2019

Imagen: Detalle de Luminaria (Se Luz), Obra en pastel de Shirley M. Silva Cabrera, 2012


Mírame a los Ojos …porque pondré mi mirada sobre la tuya para bien, porque amo contemplar y conocer tu alma a través de tus ojos.

De todas las maravillas de la creación, la capacidad de mirar es un arte que requiere de un gran ejercicio de buena voluntad en nuestros tiempos.

Siendo el cuerpo el vehículo por el cual nuestra alma de manifiesta, a parte del tacto, el sentido de la vista es el que nos ofrece la oportunidad de contemplar la vastedad del mundo, de las relaciones y de la expresión de sentimientos. Lo que hace primordialmente hermosos a los ojos es la mirada, no es su forma, su color, su lozanía, ni antigüedad.

Lo mismo podemos sentirnos estremecidos y arrobados por una mirada de ojos morenos que claros, almendrados u oblicuos.

Lo mismo podemos sentirnos impactados por una mirada de un adulto como de un niño, de un conocido como de un desconocido. No olvidemos al ciego, capaz de transmitir amor y otros sentimientos a través de una “mirada” que trasciende su limitación física.

La proyección del alma a través de los ojos, impacta… disfrutemos y bendigamos su ofrenda de buena voluntad.

¡Qué divina sensación es la de recibir una mirada hermosa, llena de virtud y de consuelo para nuestros días!

¡Qué maravilla es poder percibir amor y alegría, apoyo y comprensión por una mirada que consideremos especial pero que en realidad es la que Dios desea que ofrezcamos siempre, todos los días y a todos!

Sin embargo: ¿Qué ha ocurrido? ¿Continuamos realizando obsequios del alma a través de nuestra mirada? ¿No? ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué se mira a los ojos de manera fervorosa y sumamente amorosa a la pareja, al esposo/a, al escolar, al adolescente, al bebé, a la madre recién parida, al padre que por fín logró el ascenso deseado, a los familiares y amigos, al anciano que regresa a casa después de una hospitalización, al compañero de trabajo recién integrado sólo por unos días u horas y luego, esta disposición, desaparece? ¿Nos cansamos de mirar, o damos por segura una relación?

Tal parece que miramos hasta calmar una sed de imagen, sin embargo, a quien contemplamos, no es una mera imagen, es una presencia. Presencia de Dios o de un poder superior en nosotros, presencia de Jesús, de María, de los santos y de los ángeles o presencia del bien potencial en el que creas... Cada mañana cuando despiertes, mira proyectando tu alma al ser que amas, bendícelo con una mirada que le inste a devolverla tan inspirada como la tuya o mejor… Cuando te duches, mira el agua que cae sobre tu cuerpo, observa su brillantez y bendícela por limpiarte y confortarte. ¡Relájate y disfruta!

Cada mañana cuando desayunes junto a tus seres queridos (si es que ya has perdido la tradición, haz lo posible por recuperarla), míralos a los ojos y percibe sus sentimientos e inquietudes (aparte de “tengo sueño”), recuerda que la inquietud que sale de casa, puede repercutir en el trabajo o la escuela. Antes de salir de tu hogar, míralo y ora por su atmósfera de bienestar, ámalo impartiendo una mirada de gratitud.

Cada día, conduce mirando realmente, no permitas que tu ser automático te prive de la contemplación del nuevo día, del atardecer o de la noche…

Cuando cedas el paso, ya sea conduciendo, o caminando, mira y sonríe. Trata de percibir el alma de los demás a través de sus ojos… Al entrar a un elevador, no te mantengas mirando al piso, se consciente de quien está allí, saluda mirándolos bonito. Si entiendes que nunca has mirado bonito o que no sabes hacerlo, practica o busca ayuda. No temas mirar así. Si crees que tu alma es fea y que no luce bien a través de tus ojos, no ocultes ni evadas la mirada de esperanza, busca renovarte. No tengas miedo, no huyas. Permite que una mirada de bien, te conduzca a maneras nuevas para sentirte mejor, amar y ser amado. No pienses que si alguien te mira bonito es siempre porque tiene intenciones sospechosas. La mirada limpia y bien intencionada, es columna de sociedades sanas. Aprende a percibir, recibir y manejar saludablemente, las miradas.

Mira con amor y entusiasmo tu trabajo, no lo realices en automático. Si sientes aburrimiento por tu trabajo y no estás ya mirando lo que haces, descansa, cambia de tarea por un rato y si no sucede nada positivo, piensa sobre la posibilidad de que alguna comunicación o cambio significativo deba avecinarse y concretarse.

¡Mira con alegría a tus familiares, amigos, pacientes, clientes, hermanos de la iglesia, a tu párroco, a tus maestros…a todos! Al anochecer, vuelve a mirar con gratitud a tu hogar, mira con dulzura y amor a tus seres queridos, y con profundidad a tu compañero de vida. Lo merecen… además…nunca es seguro nuestro amanecer. Según la cultura o crianza, el mirar a los ojos es o no es bien recibido o permitido.

Documéntate sobre esto si has de compartir con grupos o personas diferentes al tuyo. Siempre es bueno crecer mediante el aprendizaje.

La mirada cálida y atenta es la que aprende, la que comprende, la que relaciona, la que descubre, la que resuelve, la que transforma, la que enriquece y la que ama. La mirada fría, descuidada, fea, maltratante, ofende, no aprende, no enriquece, no edifica ni ama. Por esto mencioné al principio que la capacidad de mirar como Dios quiere, es un ejercicio de buena voluntad. Se nos olvida. Hemos causado dolor y heridas por olvidarlo. Volvamos a él.

Cuando la mirada es efectiva, descubre el interior del hombre y el propósito de la Creación. La mirada efectiva es terapéutica.

“Mira desde tu morada santa, desde el cielo, y bendice…” Deuteronomio 26:15 Shirley Marie

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